“La participación
familiar en el aula”
Una de las
realidades más evidentes, dentro de la Educación Infantil, es la coexistencia
de dos ambientes fundamentales para el desarrollo de los niños y niñas: el
hogar y la escuela. Esta realidad
considerada en nuestros días como natural debe estar presente en la
organización de los centros educativos.
Abrir vías de participación que superen lo meramente esporádico:
reuniones, órganos de gobierno, celebraciones… puede incidir muy positivamente
en el proceso por razones muy diversas.
La experiencia
que tratamos de transmitir supone integrar la colaboración de las familias
dentro del aula de manera cotidiana.
Esta idea está inmersa en la propia normativa tanto en el Decreto 428
como en su predecesor el Decreto 107. La
forma de hacer realidad esta idea no confiere una dificultad especial pero está
condicionada por la seguridad del docente en relación a su trabajo. Nuestra organización dentro del aula, la
planificación diaria de nuestra labor, el control sobre el grupo de alumnos y
alumnas… serán condiciones previas para poder aventurarnos a abrir las puertas
a las familias.
Las familias
ejercen, por definición, un proceso de control sobre la actividad escolar. Cuando hablamos de control no debemos
entenderlo como un proceso de “fiscalización” sino de confirmación en cuanto a
la calidad de las actuaciones que se llevan a cabo con el alumnado. Desde ese punto de vista supone un reto
trabajar en contacto directo con las familias, nos ayuda a superarnos a la vez
que recibimos el reconocimiento diario al esfuerzo que se emplea en ofrecer una
educación de calidad.
Pero la gran
pregunta puede estar en saber qué misión puede tener la presencia de estos
padres y madres dentro de nuestras aulas.
La respuesta no puede ser única, dependerá, en gran medida, de nuestra
confianza en su cooperación.
Defendemos una
actuación paralela a la nuestra que comienza lógicamente por que observen cómo
se desenvuelve la tarea dentro del aula.
Que conozcan nuestras rutinas y la forma en que se desarrollan. Poco a poco van haciéndose con esta
información, mientras, actúan contribuyendo a pequeños trabajos mecánicos como
puede ser la organización de material impreso, distribución de cuentos de la biblioteca
de aula, recortado, preparación de materiales, etc.
Posteriormente,
de forma gradual, se incorporan a las tareas diarias como: relato de cuentos,
control durante la elaboración de las fichas, cooperación en tareas de higiene
y alimentación, cuidado de mascotas y plantas, elaboración de materiales,
acompañantes en salidas, etc. El clima
de confianza se hace cada vez más intenso surgiendo la amistad con las
familias, se elimina cualquier tipo de recelo en cuanto a nuestra actuación,
las familias conocen el proceso de sus hijos e hijas contrastándolo con el
resto del alumnado, valoran nuestro esfuerzo haciéndonos llegar continuas
muestras de apoyo hacia nuestra labor.
Finalmente nos
convertimos en “compañeros” en esa gran misión de educar.
JORGE SÁNCHEZ DE PUERTA REY.
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